Explosiones

Sentir el deseo acumulándose se estaba convirtiendo un hábito tormentoso. Esta tendencia masoquista de evitar los encuentros contigo finalmente encontró su punto de quiebre y ambos simplemente fuimos cediendo a la cercanía de los cuerpos, que reprimían el llamado ineluctable de por fin encontrarse.

Al principio las miradas, luego las sonrisas, nuestro silencio escandaloso que habitaba en los gestos, en el movimiento de las manos, la forma como tus ojos miraban mis labios, la forma como mis ojos se perdían en los tuyos. Empezamos a danzar, ocupamos los espacios, traspasamos las fronteras invisibles que nos impuso la razón, dimos finalmente el paso final. Nos acercamos tanto que sentimos la respiración del otro, el olor de nuestra piel, el calor del aliento, hasta que todo simplemente desapareció detrás de nosotros.

Solo estábamos tú y yo en un beso profundo, mi cuerpo en estado de conflagración solo lograba sentir tus brazos alrededor de mi cuello, mi cuerpo no reaccionaba más a mis órdenes, fui tuyo en ese breve instante, de una vez y para siempre, y te sentí huir nuevamente de mí. Salías victoriosa llevándote lo que fue y lo que no podía ser como un trofeo, como el recuerdo de un evento declarado que solo postergábamos.

Las circunstancias no jugarán a nuestro favor, la Fortuna no sonríe a los necios ni a los crédulos y más vale que no vuelva a verte, porque no permitiré que huyas nuevamente.

¿Sentiste las explosiones a nuestro alrededor? ¿Las escuchaste también o solo fui yo?



Jaime Villada Vélez - Saeta Roja

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