Segunda luna
El tiempo finalmente comenzó a moverse, no me percaté cuándo. A pesar de que los libros y las paredes siguen mojadas por la lluvia y esta madrugada está lejos de terminar, el peso en mi pecho, que siento desde el día de tu partida, ya no duele tanto. Hay momentos en los que ni siquiera lo siento, se pierde, luego, regresa con fuerza y en intervalos. Me pregunto si he comenzado a olvidarte o solo a dejar de amarte.
Ahora no busco tu rostro en otras personas. He ido recuperando parte por parte todo lo que perdí con tu presencia; las personas, los espacios, las metas y objetivos que tracé para mí se han revelado nuevamente. Cierro los ojos y ya no vienen en oleadas los recuerdos juntos ni la sensación de culpa; me di cuenta de que quizá tenías razón y alejarte era lo mejor, pero solo para ti.
Ya no hay música que nos recuerde porque te has llevado todo contigo. Encontrar lugares para renacer ha sido lo más difícil, porque no eres una presencia física ni habitas en un objeto, estás dentro de mí y te llevo a todas partes. Al menos las recaídas duran menos... Me siento tan conformista, pero cada paso ha sido uno menos.
A pesar de que tu silencio persiste, pude comprobar que eres feliz. Te envidio desde el fondo de mi ser y también deseo que puedas serlo todavía más. Reconocí en tus fotos las mismas características al respecto de las que te gustaba que te tomara cuando salíamos; donde sonreías, parecías desprevenida, y el fotógrafo tácito se encargaba de enmarcar el brillo de tu cabello, tu sonrisa alegre, ojos cerrados y la mano sosteniendo el rostro... Espero que esa persona te esté cuidando y que recuerdes siempre lo que con tanta persistencia te dije: nunca aceptes menos de lo que realmente vales.
Es como si el anochecher hubiera sido hace solo unos instantes. Queda tanto de esta fría noche. Quizá sea mi momento de avanzar. Quizás...
Jaime Villada - Saeta Roja
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