Primera luna
Resulta increíble percibir el paso del tiempo que señala el calendario; aparentemente, han pasado algunas semanas pero en mi cabeza sigo atrapado en la noche que te fuiste. Si me lo preguntas, solo han pasado algunas horas desde tu despedida, pero todos a mi alrededor notan el paso del tiempo, menos yo; para mí, sigues aquí.
A veces intento esconderme tras las puertas o cubrirme con las cortinas, incluso me he llegado a encerrar en el armario. Me oculto de tu recuerdo, de la nostalgia viviente que me acecha cada vez que suena una canción o cuando percibo algún aroma que te evoque, basta una palabra para reconstruir tu recuerdo y derribar estos muros que intento construir entre los dos.
A veces, de la nada, simplemente te olvido. Luego, del mismo modo, apareces en mi memoria. Es como si volviera a mi cabeza el recuerdo de recordarte, y entonces te recuerdo. Es curioso, porque me digo a mí mismo que me olvidé de extrañarte, me reprendo con severidad, como si le faltara al respeto a tu ausencia viviente, y luego vuelvo a comenzar, como si fuera un ritual interminable.
Tu ausencia es real, vive y respira, y la siento en la madrugada trepando en el techo, subiendo por las paredes, a veces se sienta a mi lado y me habla, otras veces me envía mensajes. Es una sombra y me está cazando, y yo no tengo adónde huir, pues tu ausencia atraviesa las paredes, sabe dónde trabajo y cuál es mi trayecto, sabe muy bien los sitios que frecuento y allá va a buscarme. No puedo deshacerme de ella, así como yo no puedo deshacerme de ti.
¿Cuánto tiempo más podré escribirte? ¿Cuánto más durará el silencio que has impuesto? ¿A dónde conduce esta culpa y porqué me lleva, si soy inocente? ¿Verdad que lo soy? No lo sé, sigo esperando esa llamada que nunca hiciste, sigo esperando el momento para preguntarte tantas cosas, y sé que me dirás la verdad como una forma de perdonarte a ti misma, hay cosas que deben ser dichas y hay silencios que deben callarse.
Me pregunto si también estás detrás de la puerta jugando a las escondidas con mi recuerdo. Me pregunto si algo mío vive en ti siquiera. Qué cosas dirás de mí, si acaso hablas de esto. Qué historias contarás, si acaso recuerdas. Ahora somos un par de desconocidos y tu huella se pierde. Ya no recuerdo el sonido de tu risa ni de tu voz, ya no sé cómo luce tu cara al despertar y ya me cuesta recordar cuánto me tomaba recorrer desde tu cuello hasta tu cadera y cuántos besos mide un te amo. Ya no cuento el tiempo en abrazos y las horas no se calculan en mensajes ni en llamadas ni en deseos.
Hubo tanto amor y ahora solo queda el silencio... Este maldito silencio.
Jaime Villada - Saeta Roja
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