Prisión

Entiende de una vez que no soy el culpable. Toma en cuenta mis intentos de compensar mis errores, mis actos de contricción, que no han sido otros que amarte con la misma intensidad con la que tú lo haces, a destiempo y fuera de lugar, pero desbordando en el sentimiento que tanto me pedías.

Espero como quien espera y en la misma condición desespero. Calma superficial e infierno interno. Estoy atrapado en mis propias inseguridades y los carceleros se turnan, a veces con el rostro de mis miedos, otras veces con máscaras de tu rencor.

Creaste para ambos una cárcel y nos encerraste adentro. Yo ayudé a forjar estos barrotes entre las malas decisiones y la sensación de tedio que jamás manifesté y que logró levantarse como un muro entre ambos. No hay nuevos rumbos, no hay salidas en este cuarto, estamos solo vos y yo en la oscuridad más profunda sin tocarnos, sin vernos, solo sintiendo lo que la respiración hace de nosotros. Oímos nuestras voces en la oscuridad y palpamos lo que podemos con nuestros brazos encadenados.

Creí tener el control a pesar de haber naufragado hace tiempo. Estuvimos como hipnotizados, conducidos por aquello que queríamos hacer sin fijarnos en que el rumbo ya nos había hecho encallar. Perdimos el horizonte y nos perdimos a nosotros mismos.

Ahora hacemos lo que podemos para evitar desfallecer. Las preguntas con el "hubiera" son un karma personal creado a pulso, entre las noches de pesadillas y los días de incertidumbre. Fueron las dudas las que nos estaban aconsejando y no atendímos a la razón cuando nos pidió parar. 

Encontramos que callábamos más de lo que decíamos y que en este claustro ya no era el lenguaje, sino el silencio, la calma tempestuosa de lo que no se ha dicho pero se sabe, lo que hablaba por nosotros. Nos imaginamos lejos del otro y nos aterró, porque quienes han sido cautivos se deslumbran con los destellos de la libertad. Somos una creación simbólica del "todo tiempo pasado fue mejor" y dejamos marcas permanentes: dejé en tu piel las instrucciones de lo que no se debe hacer contigo y vos me enseñaste cómo debo ser amado para no huir.

Ahora somos un trozo de historia perdido, una narración que se oculta en medio de tantos relatos sueltos y no supimos cuándo acabó nuestra historia. No hubo un adiós, ni podrá haberlo. Es un funeral sin féretro, una noche sin estrellas. Somos el complemento que no nos sirve, somos la medida de lo que nos aprieta. Somos y dejamos de ser sin saberlo.

Libéranos... o quedémonos a morir en el mismo cuarto sin estar juntos.


Jaime Villlada Vélez - Saeta Roja

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