Estelar
Escucho tu voz como una melodía que me transporta a momentos donde
pudimos ser felices. Cada ritmo es un recuerdo. Cada canción un momento. Te busco en los lugares más recónditos a pesar de saberte ausente. Mencionar tu
nombre es invocar fantasmas de nostalgia y expectativas y promesas rotas y
palabras jamás dichas.
Siempre ibas y volvías, era nuestra forma de hacer rutina, de crear hábitos; yo estaba adaptado a tu ausencia y tu silencio, tú sobrevivías con ella y salías avante. La falta de ti fue en principio tolerable, luego se hizo cada vez más pesada. Las noches se hacían interminables y la espera por verte, insufrible.
Hubo amor, quizá, pero un amor falto de constancia, de
perseverancia y de deseo. Los besos que nos dimos estarán contenidos y perdidos
en algún cajón de mi armario. La correspondencia secreta, que ahora dormirá
perdida entre pliegues de libretas con poemas y dibujos que alguna vez
significaron algo, que fueron pretextos para vernos de algún modo descifrando
códigos en la escritura, buscando mensajes inexistentes en las esquinas o en un
acento caprichoso.
Quedaron muchas cosas por decir, la más importante fue el adiós que colgaba de mis labios. Estaba dispuesto a soportarlo todo para estar a tu lado, pero el destino se encargó de hacernos cada vez más distantes, de convertir nuestro amor en prohibido, y ya no pudimos volver a encontrarnos en la estación, ni vernos en el parque, ni en mi apartamento. Nos perdimos una y otra vez y nunca supimos cuándo fue para siempre.
…
Uno de mis grandes defectos ha sido siempre ser un imbécil. Cuando
volviste, te alejé de mí con todo mi desprecio reprimido por tantas noches que
dormí pensando en tus labios y los días en que despertaba diciendo tu nombre.
Supe que me había equivocado cuando te apartaste, cuando ahora la ausencia no
tenía ningún atisbo de reencuentro, y cuando encontré al final de tu mano la
mano de un nuevo amante.
Una puñalada, fue eso, quizá. Tal vez como si me quemaran el alma, sería más preciso decir. Eso sentí cuando te supe ajena, imposible. Por primera vez comprendí que te perdí sin haberte tenido, y entonces descubrí que ya no podríamos volver a vernos sin que un sentimiento profundo de amor y resentimiento marcara el nuevo ritmo de tu presencia.
Siempre fuiste la encarnación de mi poesía. Si mis palabras
tomaran forma, seguro que dibujaría tu rostro. Siempre te idealicé como musa,
como canción. Fuiste mi café y mi rosa y mi lápiz para escribir. Hice de mi
casa tu galería, donde hubiera colgado tus pinturas, tus fotos, tus poemas.
Quise habitar en ti de cualquier forma posible, pero no es fácil recibir tan
poco cuando se pretende dar tanto. Tu corazón está habitado por tantas sombras
que a lo mejor no queda espacio para alguien real.
Pienso en ti como una estrella. La estrella que siempre quise, que creía mía en algún punto de mi ingenuidad y fuiste muy amable para hacérmelo saber. Cósmica, metafórica, abstracta. Soy el observador que contempla la estrella deseando alcanzarla.
Déjate querer como te quiero, verás que no duele.
Comentarios
Publicar un comentario