Misantropía
Solo míralos
Están siempre allí y aquí y allá y en todas partes. Parecen
gérmenes… No, incluso los gérmenes tienen una función en la naturaleza, incluso
los parásitos, incluso los seres más despreciables tienen su lugar y su
ocupación. En cambio ¿ellos qué hacen?
Están por todas partes y se creen dueños de todos y de todo. Donde llegan se apoderan del espacio, una conquista constante de lugares que no les pertenecen, desplazando a sus auténticos pobladores de su derecho natural de posesión.
Están por todas partes y se creen dueños de todos y de todo. Donde llegan se apoderan del espacio, una conquista constante de lugares que no les pertenecen, desplazando a sus auténticos pobladores de su derecho natural de posesión.
Sólo míralos
Visten a cuadros, de rayas, manga corta y manga larga, todo
tipo de matices. Comen, mastican, devoran todo. Sólo saben ensuciar. Lo más
desagradable es que ensucian sus propios espacios, se ensucian a sí mismos,
ensucian a otros. Son una especie desordenada y terca. Son caóticos y se creen
dueños de todo. Los ves amontonarse en el metro, en los parques, se trepan unos
sobre otros en los buses cuando han terminado la jornada de rutina diaria a la
que se han adaptado día tras día desde hace siglos y para la cual,
individualmente, se han preparado toda su vida.
Sólo míralos
Se matan entre ellos. La envidia los consume, el ansia de
poder es mayor que cualquier otra facultad de su autoproclamado intelecto. Ese
razonamiento que presumen y por el cual se creen superiores a cualquier otra
especie no es más que una superficie bajo la que ocultan el salvajismo y lo
cavernario. El hambre de saber, sólo comparable al ansia de progreso, suelen
tomarse de las manos con la destrucción y el consumo. “Consumir y adaptar”,
como dice el saqueador del vacío, parece el eslogan de sus vidas. ¿Adaptar qué
o para qué? Es simple: adaptar todo para ellos.
Siempre llevan prisa, siempre van retrasados, siempre hay
algo por hacer. No hay pausas, no se detienen, son hormigas, salvo que
desordenadas y confusas. Son tan torpes… Son sacos de carne de existencia efímera
pero viven sus vidas como si vivieran por siempre, como si sus patéticas
acciones pudiesen guardarse en la eternidad... Como si hubiese algo que pudiera
perdurar toda la eternidad.
Materia cósmica desperdiciada, despojos de una grandeza tan
simple y vacía. Imperios alzados sobre escombros de otros hombres y memorias
cuyo destino es el olvido.
Sólo míralos.
La muerte es la única que los espera, pero
viven pensando que es a ellos a quienes deben esperar.
Jaime Villada Vélez - Saeta Roja
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