Miradas Cruzadas


Caminando por aquellas calles oscuras y solitarias, donde el murmullo de los carros a lo lejos se siente como parte de un paisaje insólito en donde todo permanece en movimiento a pesar de la quietud que me rodea, encontré a esa mujer de pie, mirándome con los ojos hinchados por tanto llorar, su ropa y su cabello están mojados por la lluvia reciente. "¿Cuánto tiempo más piensa quedarse allí sin hacer nada? ¿Acaso soy el culpable?" me preguntaba esa noche mientras el frío comenzaba a sentirse con más fuerza. Ella no pronunció una palabra, sólo me miraba...

Comencé a pensar que no me miraba a mí, sino que estaba abstraída, ausente de todo a su alrededor. Contemplaba una realidad que no era la nuestra, y estaban sus ojos color miel extasiados en un punto perdido en la distancia que nos separaba, y el viento movía su cabello y yo continuaba de pie allí, esperando cualquier gesto, cualquier señal que me diera la oportunidad de dirigirme a ella, pero no sucedía.

Ella continuó viendo través de mí unos instantes más y en el punto límite antes de perder la paciencia que me distingue, el viento sopló tan fuerte que ella comenzó a desvanecerse como un puñado de arena arrojado al viento. Ahora era yo quien la contemplaba en su estado irracional y en mi estado inalterable.

Entendí que la quería porque me era imposible quererla y a pesar de que su presencia se esfumaba ante mí, jamás di ese paso que me acercara definitivamente a ella.



Jaime Villada Vélez
Saeta Roja

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